jueves, 24 de octubre de 2013

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En 1º de Bachillerato vamos a estudiar el Teatro griego. Dos obras son fundamentales:
 Antígona:
Introducción a la Antígona de Sófocles en la edición que elaboró don Luis Gil en la editorial Labor en Barcelona, 1975.
Resumiendo la magnífica introducción de don Luis indico que Hegel indicó que en la obra hay un conflicto de dos esferas del derecho, la del estado y la de la familia. Antígona tiene su de su parte la razón y Creonte toda la culpa. Pero ¿no tendrá ello también su parte de responsabilidad al desacatar una orden del poder legítimo?
Tovar presenta a Creonte como representante de un político de orden racional y choca con una mentalidad llena de factores tradicionales e irracionales.
Anouilh en su comedia Antígona hace que su protagonista se degrade hasta convertirse en una obsesa histérica por el culto de los muertos.
Schadewelt indica que Creonte es un gobernante que se obceca en una primera equivocación, pero Antígona, a pesar de defender una buena causa, carece de razón.
Don Luis Gil expone que Antígona carece de la sophrosyne, por lo que siendo víctima inocente, también recibe su castigo. Pero esta figura recrea el derecho del individuo a seguir su fe por encima de las imposiciones del estado. La obra sería un aviso de los atenienses sobre la política de Pericles que no seguía los dictados de la religiosidad tradicional. El castigo a Creonte es el castigo a una política errática y es incapaz de comprender el derecho inherente del ser humano, el de Polinices a ser enterrado y el de Antígona y Hemón al amor. Creonte, un segundón que ha llegado al poder de rebote, débil en el fondo, pretende dar ejemplo de energía con ejemplar rigor al principio de su mandato, se convierte así en un tirano y  un blasfemo.
Sófocles escoge a Antígona, una desvalida mujer como un nuevo modelo de heroísmo cívico contrapuesto al ideal heroico, ese heroísmo que separase el egocentrismo insolidario de los héroes.
Antígona sería un anticipo mítico de un ideal de ciudadanía que había de encontrar años más tarde su más cabal encarnación en Sócrates.

Sófocles fue elegido estratego nueve años antes de la guerra del Peloponeso (la fecha del estreno de la obra fue en 442-441 a.C.) Había sospechas de que Pericles iba a alzarse contra la tiranía, con los recelos de los sectores tradicionalistas frente a su actitud religiosa, supuestos peligros del círculo ilustrado que lo rodeaba. Los atenienses ven en la obra algo positivo para la religiosidad tradicional y escogen a Sófocles para conseguir ya que la opinión pública tome conciencia plena de las limitaciones del poder y de su propia fuerza como supremo juez de la actuación de los gobernantes. Queda restaurado, por tanto, el equilibrio de los derechos divinos y humanos en que se sustenta el gobierno justo de la ciudad-estado, la polis.


En este año vamos a estudiar también Medea  de Eurípides:





La Medea de Eurípides fue representada en marzo del 431 a.C., año del estallido de la Guerra del Peloponeso durante las fiestas de las Grandes Dionsíacas. En el concurso trágico de ese año con la tetralogía que presentó (Medea, Filoctetes, Dictis y el drama satírico Los segadores), de la que se conserva íntegra solo la primera pieza, obtuvo el tercer premio, siendo el primer premio para Euforión, hijo de Esquilo,  y el segundo para Sófocles.
La mejor página que he encontrado con la historia de Jasón y Medea es esta. 

Por supuesto que este mito no es invención de Eurípides, y ya encontramos referencias a él desde los poemas homéricos. En efecto, encontramos en la literatura griega referencias a la saga de los Argonautas ya en Homero, en Hesíodo, en la cuarta Pítica de Píndaro, etc. Entre los trágicos griegos sabemos que se compusieron varias Medeas, hoy perdidas, aparte de la de Eurípides. Es más, en época medieval se nos dice que Eurípides se inspiró en  trágico Neofrón, anterior a Eurípides, del que solo tenemos fragmentos, mas hoy en día el  débito de Eurípides a este poeta anterior es una cuestión abierta sobre la que existen las opiniones más encontradas.
De la muerte de los hijos de Medea en Corinto encontramos ya referencias en la literatura griega arcaica, aunque la forma de morir de estos  niños difiere según las fuentes. Para unos los niños habrían perecido en el templo de Hera en Corinto al intentarse con ellos, como con Pelías, un rito para hacerlos inmortales. Para otras fuentes serían las mujeres de Corinto las que mataron, en venganza por los asesinatos de Medea, a los hijos de Medea y Jasón, siendo enterrados los niños en el templo de Hera en Corinto. Según otra versión  serían los parientes del rey de Corinto, quienes, ante el asesinato de su soberano, darían muerte a los niños, divulgando luego el rumor de que habrían muerto a manos de su propia madre. Sea como fuere, las fuentes antiguas refieren que en el templo de Hera Acrea, en la acrópolis de Corinto, se rendía culto anual a unos niños héroes que pasaban por ser los hijos de Medea. A este culto, a su institución, hace referencia la propia Medea al final de la obra. Es más, cuando Pausanias (II a.C.) recorría Grecia, dice que se enseñaba aún en Corinto la fuente a la que se arrojó el nuevo amor de Jasón en su intento de liberarse de los efectos del terrible veneno que le afectaba y que le había sido remitido por Medea por medio de sus hijos, así como la tumba de los hijos de Medea.
Lo que resulta evidente, pues, es el que el tema es preeuipideo, aunque la versión de que la propia Medea matara a sus hijos para vengarse así de su esposo infiel fue elección personal de Eurípides, de los tres trágicos el poeta que más incide en el papel de la pasión en el devenir humano.
El hecho de que la acción se desarrolle en Corinto también tenía una posible lectura de trasfondo político para el espectador por la época en que fue representada la obra, el año del estallido de la Guerra del Peloponeso, 431 a.C. En efecto, Corinto pasaba para los atenienses de la época por una ciudad hostil, culpable del conflicto bélico, que azuzaba a Esparta de continuo a enfrentarse abiertamente con Atenas. El hecho de que en la tragedia aparezca en escena el mítico rey de Atenas Egeo, quien se muestra comprensivo con la actitud de Medea y le promete su hospitalidad ante la hostilidad que la hechicera encontraba en Corinto, no podía pasar desapercibida para el espectador ateniense. Corinto hostil, Atenas hospitalaria.
Eurípides fue de los tres trágicos el menos apreciado en su tiempo y el más admirado posteriormente. Abierto a todas las influencias, coétaneo de los primeros sofistas, da cauce en su teatro a muchas ideas nuevas, muchos problemas nuevos. Es, de los tres grandes trágicos, el que refleja la Atenas sumida en la crisis del fin de su imperialismo con la Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.) Pero todavía en Medea Atenas era para el poeta todavía la patria de la libertad intelectual, del liberalismo tolerante y humano, una ciudad que respira seguridad y confianza en sí misma. El autor se atreve a poner en escena obras en que la causa de las mujeres, como en ésta, o de los esclavos o de los hijos naturales, es decir, de los sectores menos favorecidos de la sociedad, es presentada y triunfa moralmente sobre la de los poderosos.  Y, sin embargo, el mismo hecho del tercer premio en el concurso  trágico indica que a lo mejor defendía causas que el común del público ateniense no quería conocer. Y  eso que lo hace a través del  carácter de una hechicera bárbara no griega, Medea, en cuya boca están las reivindicaciones  más fuertes. Al público ateniense de la época, por una parte, le agradaba la obra, pero, por otra, le molestaba verse reflejado en sus comportamientos cotidianos.
En Medea, se nota que los personajes de la tragedia se parecen en gran medida al común de los atenienses de la época. No son héroes inmutables como los de Sófocles, sino vacilantes, inestables, agitados por las pasiones que pueden más que la razón, como es el caso de Medea, movida por algo tan común como los celos, unos celos que ella transforma en vengativos de la forma más cruel posible, matando a sus propios hijos, para hacerle daño así a su infiel esposo en lo que más puede dolerle, sus hijos.
Como en otros muchos aspectos, Eurípides está más cercano al pensamiento ilustrado, racionalista, de los sofistas que a la corriente tradicional, representada por Esquilo y Sófocles. Hay dos características de Eurípides que marcan la obra: el  tema del amor y el tema de la mujer. Vemos el amor llevado a su límite, el amor es una pasión fundamental en la vida del hombre, que arrastra, confunde, tiraniza, que afecta a los dos sexos, siendo una enfermedad involuntaria, pero forzosa, capaz de aportar los mayores males como también en sus justos términos los mayores bienes. En cuanto a la mujer Eurípides estudia el  alma femenina y sus sentimientos más íntimos. Él era consciente de la posición de la mujer en su época,  marcada por la misoginia y la subordinación, pero también era consciente de que en determinados círculos intelectuales esta visión  tradicional estaba siendo revisada, y de ello se hace eco la bárbara Medea.
Medea se rebela contra los sufrimientos ligados a la condición femenina, a la que está vinculada, desde la perspectiva del mundo antiguo, el problema del lecho, la lucha por él, por el varón, contra otras contrincantes. El lecho significaba para la esposa en aquella época la seguridad social y económica. Eurípides intenta comprender las razones de Medea, se mete en su alma y nos la muestra en su dilema vacilante.

Resumen de la Introducción de Enrique A. Ramos Jurado (2005) Medea editorial Kadmos.

Recuerda que al final de la obra vamos a realizar un juicio  a Medea, ve trabajando a lo largo de la lectura los argumentos inculpatorios o exculpatorios de la acción de la protagonista.