En 1º de Bachillerato vamos a estudiar el Teatro griego. Dos obras son fundamentales:
Antígona:
Introducción
a la Antígona de Sófocles en la
edición que elaboró don Luis Gil en la editorial Labor en Barcelona, 1975.
Resumiendo
la magnífica introducción de don Luis indico que Hegel indicó que en la obra
hay un conflicto de dos esferas del derecho, la del estado y la de la familia.
Antígona tiene su de su parte la razón y Creonte toda la culpa. Pero ¿no tendrá
ello también su parte de responsabilidad al desacatar una orden del poder
legítimo?
Tovar
presenta a Creonte como representante de un político de orden racional y choca
con una mentalidad llena de factores tradicionales e irracionales.
Anouilh en
su comedia Antígona hace que su
protagonista se degrade hasta convertirse en una obsesa histérica por el culto
de los muertos.
Schadewelt
indica que Creonte es un gobernante que se obceca en una primera equivocación,
pero Antígona, a pesar de defender una buena causa, carece de razón.
Don Luis
Gil expone que Antígona carece de la sophrosyne, por lo que siendo víctima
inocente, también recibe su castigo. Pero esta figura recrea el derecho del
individuo a seguir su fe por encima de las imposiciones del estado. La obra
sería un aviso de los atenienses sobre la política de Pericles que no seguía
los dictados de la religiosidad tradicional. El castigo a Creonte es el castigo
a una política errática y es incapaz de comprender el derecho inherente del ser
humano, el de Polinices a ser enterrado y el de Antígona y Hemón al amor.
Creonte, un segundón que ha llegado al poder de rebote, débil en el fondo,
pretende dar ejemplo de energía con ejemplar rigor al principio de su mandato,
se convierte así en un tirano y un
blasfemo.
Sófocles
escoge a Antígona, una desvalida mujer como un nuevo modelo de heroísmo cívico
contrapuesto al ideal heroico, ese heroísmo que separase el egocentrismo
insolidario de los héroes.
Antígona
sería un anticipo mítico de un ideal de ciudadanía que había de encontrar años
más tarde su más cabal encarnación en Sócrates.
Sófocles
fue elegido estratego nueve años antes de la guerra del Peloponeso (la fecha
del estreno de la obra fue en 442-441 a.C.) Había sospechas de que Pericles iba
a alzarse contra la tiranía, con los recelos de los sectores tradicionalistas
frente a su actitud religiosa, supuestos peligros del círculo ilustrado que lo
rodeaba. Los atenienses ven en la obra algo positivo para la religiosidad
tradicional y escogen a Sófocles para conseguir ya que la opinión pública tome
conciencia plena de las limitaciones del poder y de su propia fuerza como
supremo juez de la actuación de los gobernantes. Queda restaurado, por tanto,
el equilibrio de los derechos divinos y humanos en que se sustenta el gobierno
justo de la ciudad-estado, la polis.
En este año vamos a estudiar también Medea de Eurípides:
En este año vamos a estudiar también Medea de Eurípides:
La Medea de
Eurípides fue representada en marzo del 431 a.C., año del estallido de la
Guerra del Peloponeso durante las fiestas de las Grandes Dionsíacas. En el
concurso trágico de ese año con la tetralogía que presentó (Medea, Filoctetes, Dictis y el drama
satírico Los segadores), de la que se
conserva íntegra solo la primera pieza, obtuvo el tercer premio, siendo el
primer premio para Euforión, hijo de Esquilo,
y el segundo para Sófocles.
La mejor página que he encontrado con la historia de Jasón y Medea es esta.
Por supuesto que este mito no es invención de
Eurípides, y ya encontramos referencias a él desde los poemas homéricos. En
efecto, encontramos en la literatura griega referencias a la saga de los
Argonautas ya en Homero, en Hesíodo, en la cuarta Pítica de Píndaro, etc. Entre los trágicos griegos sabemos que se
compusieron varias Medeas, hoy
perdidas, aparte de la de Eurípides. Es más, en época medieval se nos dice que
Eurípides se inspiró en trágico Neofrón,
anterior a Eurípides, del que solo tenemos fragmentos, mas hoy en día el débito de Eurípides a este poeta anterior es
una cuestión abierta sobre la que existen las opiniones más encontradas.
De la muerte de los hijos de Medea en Corinto
encontramos ya referencias en la literatura griega arcaica, aunque la forma de
morir de estos niños difiere según las
fuentes. Para unos los niños habrían perecido en el templo de Hera en Corinto
al intentarse con ellos, como con Pelías, un rito para hacerlos inmortales.
Para otras fuentes serían las mujeres de Corinto las que mataron, en venganza
por los asesinatos de Medea, a los hijos de Medea y Jasón, siendo enterrados
los niños en el templo de Hera en Corinto. Según otra versión serían los parientes del rey de Corinto,
quienes, ante el asesinato de su soberano, darían muerte a los niños,
divulgando luego el rumor de que habrían muerto a manos de su propia madre. Sea
como fuere, las fuentes antiguas refieren que en el templo de Hera Acrea, en la
acrópolis de Corinto, se rendía culto anual a unos niños héroes que pasaban por
ser los hijos de Medea. A este culto, a su institución, hace referencia la
propia Medea al final de la obra. Es más, cuando Pausanias (II a.C.) recorría
Grecia, dice que se enseñaba aún en Corinto la fuente a la que se arrojó el
nuevo amor de Jasón en su intento de liberarse de los efectos del terrible
veneno que le afectaba y que le había sido remitido por Medea por medio de sus
hijos, así como la tumba de los hijos de Medea.
Lo que resulta evidente, pues, es el que el tema es
preeuipideo, aunque la versión de que la propia Medea matara a sus hijos para
vengarse así de su esposo infiel fue elección personal de Eurípides, de los
tres trágicos el poeta que más incide en el papel de la pasión en el devenir
humano.
El hecho de que la acción se desarrolle en Corinto
también tenía una posible lectura de trasfondo político para el espectador por
la época en que fue representada la obra, el año del estallido de la Guerra del
Peloponeso, 431 a.C. En efecto, Corinto pasaba para los atenienses de la época
por una ciudad hostil, culpable del conflicto bélico, que azuzaba a Esparta de
continuo a enfrentarse abiertamente con Atenas. El hecho de que en la tragedia
aparezca en escena el mítico rey de Atenas Egeo, quien se muestra comprensivo
con la actitud de Medea y le promete su hospitalidad ante la hostilidad que la
hechicera encontraba en Corinto, no podía pasar desapercibida para el
espectador ateniense. Corinto hostil, Atenas hospitalaria.
Eurípides fue de los tres trágicos el menos
apreciado en su tiempo y el más admirado posteriormente. Abierto a todas las
influencias, coétaneo de los primeros sofistas, da cauce en su teatro a muchas
ideas nuevas, muchos problemas nuevos. Es, de los tres grandes trágicos, el que
refleja la Atenas sumida en la crisis del fin de su imperialismo con la Guerra
del Peloponeso (431-404 a.C.) Pero todavía en Medea Atenas era para el poeta todavía la patria de la libertad
intelectual, del liberalismo tolerante y humano, una ciudad que respira
seguridad y confianza en sí misma. El autor se atreve a poner en escena obras
en que la causa de las mujeres, como en ésta, o de los esclavos o de los hijos
naturales, es decir, de los sectores menos favorecidos de la sociedad, es
presentada y triunfa moralmente sobre la de los poderosos. Y, sin embargo, el mismo hecho del tercer
premio en el concurso trágico indica que
a lo mejor defendía causas que el común del público ateniense no quería
conocer. Y eso que lo hace a través
del carácter de una hechicera bárbara no
griega, Medea, en cuya boca están las
reivindicaciones más fuertes. Al público
ateniense de la época, por una parte, le agradaba la obra, pero, por otra, le
molestaba verse reflejado en sus comportamientos cotidianos.
En Medea,
se nota que los personajes de la tragedia se parecen en gran medida al común de
los atenienses de la época. No son héroes inmutables como los de Sófocles, sino
vacilantes, inestables, agitados por las pasiones que pueden más que la razón,
como es el caso de Medea, movida por algo tan común como los celos, unos celos
que ella transforma en vengativos de la forma más cruel posible, matando a sus
propios hijos, para hacerle daño así a su infiel esposo en lo que más puede
dolerle, sus hijos.
Como en otros muchos aspectos, Eurípides está más
cercano al pensamiento ilustrado, racionalista, de los sofistas que a la
corriente tradicional, representada por Esquilo y Sófocles. Hay dos
características de Eurípides que marcan la obra: el tema del amor y el tema de la mujer. Vemos el
amor llevado a su límite, el amor es una pasión fundamental en la vida del
hombre, que arrastra, confunde, tiraniza, que afecta a los dos sexos, siendo
una enfermedad involuntaria, pero
forzosa, capaz de aportar los mayores males como también en sus justos términos
los mayores bienes. En cuanto a la mujer Eurípides estudia el alma femenina y sus sentimientos más íntimos.
Él era consciente de la posición de la mujer en su época, marcada por la misoginia y la subordinación,
pero también era consciente de que en determinados círculos intelectuales esta
visión tradicional estaba siendo
revisada, y de ello se hace eco la bárbara Medea.
Medea se rebela contra los sufrimientos ligados a la
condición femenina, a la que está vinculada, desde la perspectiva del mundo
antiguo, el problema del lecho, la
lucha por él, por el varón, contra otras contrincantes. El lecho significaba para la esposa en aquella época la seguridad
social y económica. Eurípides intenta comprender las razones de Medea, se mete
en su alma y nos la muestra en su dilema vacilante.
Resumen de la Introducción de Enrique A. Ramos
Jurado (2005) Medea editorial Kadmos.
Recuerda que al final de la obra vamos a realizar un juicio a Medea, ve trabajando a lo largo de la lectura los argumentos inculpatorios o exculpatorios de la acción de la protagonista.